Un día de invierno, la reina pensó que quería tener una hija blanca como la barba de Papá Noel, roja como un tomate y de cabellera negra como el carbón.
Luego de un tiempo, le nació una niña con esas características. Por eso le pusieron de nombre Negranieves. Pero cuando ella nació, su madre murió de sarampión.
Un año más tarde, el rey volvió a casarse. La nueva reina era muy fea, orgullosa y altanera, y no podía soportar que nadie fuera más horrorosa que ella; tenía un espejo mágico y cada vez que se miraba en él, le preguntaba: "Espejito, espejito dime una cosa, ¿quién es de este reino la más horrorosa?
Y el espejo le contestaba invariablemente: "Señora reina usted, es de este reino, la más horrenda".
La reina quedaba satisfecha porque sabía que el espejo decía siempre la verdad.
Negranieves fue creciendo y se hacía más horrorosa cada día. Cuando cumplió los siete años era tan fea que provocaba espanto, mucho más que la horrenda reina. Ésta, un día, le preguntó al espejo: "Espejito, espejito dime una cosa, ¿quién es de este reino la más horrorosa?. A lo que él le respondió: "Señora reina usted, es de este reino, la más horrorosa, pero Negranieves es mil veces más horrenda".
La horrorosa reina, llena de envidia, contrató a un ogro con poco cerebro, pero con mucha fuerza, para que matara a Negranieves y le trajera su horrorosa cabeza.
El ogro, un día siguió a Negranieves, le puso una bolsa en la cabeza y la llevó al bosque para matarla. Cuando estaban muy dentro del bosque, el ogro le sacó la bolsa para asesinarla, pero no pudo ya que se espantó tanto al ver a Negranieves, que salió corriendo.
La joven se sintió feliz de estar viva, pero al mismo tiempo muy angustiada ya que estaba sola en el inmenso bosque.
Diambulando por ahí, encontró en un pantano un viejo rancho. Golpeó la puerta y ésta se abrió sola. Allí vivían siete enanos, y ellos le dijeron a Negranieves que se podía quedar si ayudaba en los quehaceres; ella aceptó. Desde ese día, hacía todas las actividades de una ama de casa, para que cuando llegaran los enanos tuvieran todo limpio y la comida preparada.
La reina se enteró de que Negranieves estaba viva, gracias a su espejo mágico. Se le ocurrió comprar un disfraz e ir al bosque para envenenar a Negranieves. Pero su plan se frustró cuando en la tienda de disfraces le dijeron que no tenían una careta más fea que su cara.
Sin embargo, se vistió como una anciana y se dirigió a lo profundo del bosque con una pastafrola envenenada, a buscar a Negranieves.
Finalmente, encontró el rancho del pantano y allí estaba Negranieves limpiando. La reina le obsequió la pastafrola y Negranieves, como agradecimiento, la invitó a comer un asado. La anciana aceptó con la condición de que comiera la pastafrola.
Cuando Negranieves comió un pedazo, cayó en un profundo desmayo. Al regresar los enanos, la encontraron así y creyeron que estaba muerta. Entonces, le taparon la cara y la colocaron en un ataúd de cristal.
Varios días después, un cazador que pasaba por ahí, les dijo a los enanos que Negranieves estaba viva. Este hombre, abrió el ataúd, le sacó la manta que le tapaba el rostro y comenzó a hacerle respiración boca a boca.
Ella despertó y al mirarle los ojos al cazador se enamoró perdidamente de él.
Le reina pensó que Negranieves había muerto, por eso se relajó y se quedó dormida debajo de un árbol. Ese fue un grave error, ya que el ogro pensó que ella era Negranieves y le cortó la cabeza.
Cuando fue a llevársela a la reina se dio cuenta del error que había cometido, así que huyó lo más rápido posible de ahí por si se daban cuenta de lo que había hecho, ya que tenía la cabeza de la reina en sus manos.
Negranieves volvió al con su novio, el cazador, y los enanos los acompañaron. Su padre aceptó que se casaran. Y vivieron todos felices comiendo perdices.
Diez Esteves Gisela