Libre
en la ciudad
Luego de varios
años, el ya viejo “Don Quijote de la Mancha”, extrañando sus aventuras, decide
salir en busca de su compañero de toda la vida, Sancho Panza. El mismo se
encontraba en la capital de la provincia de Buenos Aires, en Argentina. Una vez
que pudo localizar a su viejo escudero, empacó todos sus libros de caballería,
ya que eran lo único que lo ayuda en su soledad, y se marchó hacia el gran
Buenos Aires.
Al llegar, Don
Quijote, no podía creer lo que sus ojos veían. Esas grandes construcciones
llenas de luces y detalles, tanta gente yendo de un lado para el otro sin poder
detenerse a hablar solo por un momento.
Pero lo que más
le llamó la atención fue esa gran torre blanca, situada en medio de esa
majestuosa avenida.
Su curiosidad lo llevó a ver como esa gente
apresurada detenía esos carruajes negros y amarillos, según Quijote, que al
parecer estaban dispuestos a llevarlos a donde uno quisiera. En ese momento, un
taxi freno delante suyo y sin dudarlo ingresó en el. Una vez dentro, el
caballero que manejaba el carruaje le preguntó al viejo Quijote a donde quería
ir. Este le contesto:”lléveme a la casa de Sancho Panza, mi fiel escudero”. El
taxista se río y le pregunto la dirección. El viejo saco de su bolsillo un papel
arrugado en donde había escrito la misma y juntos fueron en busca de Sancho.
Al llegar, su
escudero lo estaba esperando junto a su familia. Ambos luego de abrazarse
amistosamente ingresaron a la casa. Una vez tranquilos, el Quijote comenzó a
hacerle preguntas a su amigo, acerca de esa gran torre que había visto cuando
llegó, y le propuso iniciar una nueva aventura. Al escucharlo, Sancho comenzó a
reírse y antes de decir algo se dio cuenta de que el Quijote ya había salido en
busca del obelisco. En ese momento, el escudero empezó a correrlo para
detenerlo ante semejante locura. Pero cuando llegó ya era tarde, el viejo
estaba en la cima y de la misma podía contemplar el gran paisaje porteño.
Sancho comenzó a gritarle para que bajara pero no le hizo caso. Sus gritos
alertaron a la gente y a la policía que estaban cerca del lugar.
Finalmente, las autoridades bajaron al Quijote y al notar su locura
decidieron no arrestarlo sino mandarlo a un loquero.
Luego de un
tiempo fue devuelto a su país donde continuó con su locura y sus libros de
caballería.
Camila Pesoa
No hay comentarios:
Publicar un comentario