Juan, ¡Sin miedo! Era lo que sus amigos le decían en forma
jocosa.
El hecho de que Juan era asustadizo era sabido. Eso alentaba
a que sus amigos lo retaran a hacer cosas que lo asustarían. ¡Juan!, entra en
esa casa abandonada, ¡Juan!, asómate al acantilado, ¡Juan!, lancémonos al lago,
etc.
Como el siempre quería demostrar lo contrario terminaba
aceptando los desafíos, aunque en todos, fracasaba sin éxito alguno.
Un día, por la ciudad había pasado un pregonero anunciando
que el rey daría la mano de su hija como regalo a aquel que lograra pasar tres
noches en un castillo abandonado.
Ese mensaje había llegado a oídos de los amigos de Juan
quienes le propusieron este como el reto final y así demostrar su falta de cobardía.
Juan sabia que no lograría ni una de as tres noches así que días
antes de la prueba investigo a algunos de los hombres que habían fracasado y descubrió
que ellos en realidad no estaban seguros de las cosas que habían visto, sino
que ne general solo habían sido victimas de sus sentidos alterados. Entonces a
escondidas, (y además con miedo) entro en pleno día de hurtadillas al castillo,
busco y busco hasta que encontró un armario grande donde estaban guardados
cinco disfraces, un fantasma tres tigres y el de un león. Fue entonces cuando comenzó
a idear un plan. Y así, llego el momento, su primer noche en el castillo
mientras dormía un ruido lo despertó, el ruido de unas cadenas sacudiéndose, y
de pronto, apareció frente a el un tenebroso fantasma agitando sus brazos, pero
Juan ya sabia que solo era un disfraz simplemente estiro de las mantas que vestía
y el pobre hombre (en ropa interior) huyo asustado y avergonzado. Al día
siguiente, se dirigió a los disfraces de tigre antes de que alguien fuera a
usarlos y los lleno de cientos de pulgas, al irse a dormir nuevamente fue despertado.
Esta vez tres tigres que después de unos momentos de acechar a Juan, comenzaron
a comportarse y moverse de forma extraña, se chocaba los unos con los otros y
entonces, los hombres que portaban disfraces huyeron corriendo, rascándose en todo
el cuerpo debido a las picaduras que provocaban las pulgas. De esa manera,
llego a la última noche en el castillo para Juan. Paso el día entero en
encontrar a una serpiente inofensiva, que antes de que se fuera el sol escondió
en el traje del león. Al llegar la noche, el hombre que vestía ese disfraz no
se percato de la serpiente y en el preciso momento en el que se iba a asustar a
Juan empezó a sentir algo moviéndose en su espalda, acto seguido salto y grito
de una forma bárbara, tan asustado estaba que al escapar chocaba con todo lo
que tenia en su camino, puertas, paredes, sillas, etc. Lleno de satisfacción y alegría
Juan decidió volver a dormir.
En los días posteriores a esas tres noches la vida de Juan
fue para mejor, Logró demostrarle a sus amigos y a si mismo que podía ser valiente
y se encontraba feliz junto a su esposa, aunque, con miedo a la vida de casado.
Ariel Quispe.
Ariel Quispe.
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