Me desperté sintiendo que algo estaba cambiando. Esa
sensación estuvo conmigo todo el día, hasta que noté que las agujas del reloj
giraban en sentido contrario y en un parpadeo me encontraba, nuevamente, en el
micro con mis compañeros con destino a Bariloche. Esta vez, los días
transcurrieron de noche al amanecer y las excursiones inversamente, hasta el
punto que horas después me encontraba en mi casa preparando el bolso y minutos
más tarde deshaciendo el mismo.
Los
días siguieron pasando de esta extraña manera. En cada momento, notaba que mi
primo de tres meses, Benjamín, se iba haciendo cada vez más pequeño hasta que
mi tía quedó nuevamente embarazada y con el transcurso de los meses, nadie
recordaba lo sucedido.
Una
mañana, me encontré en mi primer día de clases en sexto de la secundaria y a la
siguiente, en el último de mis vacaciones. Semanas más tardes, estaba
festejando año nuevo y luego Navidad con mi familia.
Las
horas continuaron transcurriendo de forma no cotidiana. En un abrir y cerrar de
ojos, me encontré con personas que recordaba pero que, por circunstancias de la
vida, ya no estarían conmigo en el “futuro”.
Cada
libro que leía, lo hacía desde el final hasta el comienzo. A medida que pasaba
el tiempo, las hojas que escribí se fueron borrando y algunos conocimientos
desaparecieron.
Las
personas, en vez de crecer, se hicieron cada vez más jóvenes y a algunos
pasaron a ser desconocidas. Mi estatura era más pequeña y mis rasgos se
parecían más a los de una niña que a los de una adolescente.
El colegio se volvía cada vez más
difícil, aprendía conceptos nuevos y al día siguiente ya no los recordaba. Mis
compañeros cambiaban constantemente. Una de mis mejores amigas pasó a ser la
alumna nueva y tiempo más tarde, no la reconocía si me la cruzaba por la calle.
Sentía que conocía menos a mis amigos, hasta que de un instante a otro, me
encontraba en otra escuela y aquellas personas quedaron olvidadas.
Llegó
el día en el que cambié el uniforme por el guardapolvo del jardín. Las letras y
los números eran símbolos confusos, los cuales, a cada momento se volvían
complicados y difíciles de entender.
Cambié
los primeros libros por juguetes. La vida se convirtió en un suceso que no
entendía pero, me divertía descubriendo algunas cosas y olvidando otras.
Un
día, mi mamá me presentó a una hermosa bebé como mi hermana. Con el paso de los
meses, mi madre fue perdiendo la panza de embarazada hasta que llegó el segundo
en el que se convirtió en la nueva buena noticia e instantes luego, nadie
recordaba lo ocurrido.
Con
el paso del tiempo, me costaba cada vez más caminar y hablar. Llegó el momento
en el que no musité ninguna palabra y daba pasos en falso con ayuda de mis
padres.
Ya
no recordaba letras, números ni personas. Todo significaba un mundo nuevo para
mí. Solamente reconocía a algunos familiares, pero sobre todo a una mujer, la
cual siempre estaba conmigo. En un segundo
todo se volvió oscuro, solamente escuchaba voces que se iban apagando,
hasta que el punto en el que sólo existió el silencio.
GUASTI, Priscila
Excelente, Priscila. Te felicito. Analía
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