Hoy en día me encuentro cursando el último año
de secundaria, en el Instituto de Lourdes.
Cada vez que
despierto para empezar un nuevo día, siento que los conocimientos que
tengo adquiridos los voy perdiendo; y a medida que se van de mi mente, aparecen
al mismo tiempo recuerdos ya vividos.
Hace poco cumplí un año de novia. Pero en mi
mente tengo sólo los recuerdos del día en que conocí a mi pareja. Hasta que
seguramente un día despierte y no me acuerde más de él.
Poco a poco comienzo a hacer las cosas que antes
hacía, como por ejemplo, no hacerles caso a mis papás, ser extremadamente
caprichosa y enojarme por todo.
Después de esa etapa sigo retrocediendo en el
tiempo, vivo todo el día atrás de mis papás. Voy a las casas de mis familiares
y me encanta que me traten como a una nena.
Ya no sé el significado de algunas palabras. Olvidé
como leer y escribir. Pero no me importa, sólo me quedo sentada en el piso
jugando con mis muñecas a peinarlas y vestirlas.
Ya mi mamá no me hace de comer, me alimento de
ella y paso horas y horas durmiendo. Cuando despierto, me río con las caras
chistosas y los ruidos que hace mi papá con la boca.
Un día, desperté y me sentí muy feliz, porque
estaba en el lugar del cual nunca quise irme, la panza de mi mamá. Allí estaba completamente segura y en paz. Nada
me molestaba, nada me dolía. Pasaba mi tiempo pateando la pancita, así sentía
las caricias de las personas de afuera que querían sentirme.
Día a día, me fui volviendo más y más
chiquitita; ya no me movía, me quedaba quietita en un lugar. Hasta que llegué a
ser como un puntito en la panza de mamá, sin darme cuenta me dormí y no volví a
despertar…
DIEZ ESTEVES Gisela
Es muy hermoso y emocionante, Gi. Te felicito. Analía
ResponderEliminar