jueves, 25 de octubre de 2012

Mi viaje a la semilla


Mi Viaje a la Semilla



El reloj marca las 6:50 de la mañana del lunes, estoy en la parada de colectivo y llueve. Tomo rápido mis llaves, la mochila y mi campera para ir al colegio.
Mi cama está desordenada y la pava comienza a hervir sobre la hornalla de la cocina.
Mientras tanto descalza, mejor dicho en medias, frente al espejo comienzo a lavarme la cara y a cepillar mis dientes. El agua esta fría.
Repentinamente e interrumpiendo mi profundo sueño suena el despertador anunciando las 6:00, es la hora de despertarme para iniciar mi día.
Doy vueltas en mi cama intentando tomar una posición cómoda.
 Cocinando con mi familia, hago los preparativos para el festejo de mi mayoría de edad junto a mis seres queridos.
Planeando y tomando una decisión importante, qué carrera seguir para formarme profesionalmente, me inscribo en la Universidad Nacional del Oeste.
Pero me siento extraña, olvido cosas, personas, sentimientos. Los textos y libros se comienzan a verse más complejos y difíciles para mí, no logro comprenderlos completamente.
Recuerdo el día en que conocí a mi novio, cada detalle. Lo recuerdo a él, pero no logro hallar en mi mente los momentos mas recientes que vivimos juntos.
Mi cuerpo se ve distinto, creo que me estoy encogiendo, pero a la vez que pierdo un conocimiento gano un recuerdo que ya había olvidado. Y lo vivo como si fuera hoy.
Comienzo poco a poco a tener costumbres que había olvidado y dejado atrás.
Pierdo de a poco el conocimiento sobre algunas cosas, no logro entender al cien por ciento lo que leo. Hay palabras que ya no se que significan.
Mi uniforme escolar se convirtió en un guardapolvo a cuadritos de color celeste, de un tamaño más pequeño. Pero eso no me preocupa, porque paso horas enteras dibujando y pintando sin necesidad de saber que sentido tienen.
Veo el mundo desde una perspectiva diferente, hasta mis pensamientos lo son. Soy feliz corriendo y me divierto con juegos simples, dejando de depender de un celular para ello.
Descubrí que con un simple llanto, consigo que todos centren su atención en mí. Mi mamá y mi abuela corren de un lado a otro para atender a mis necesidades y caprichitos. Ya no soy independiente para nada, necesito de ellas para todo, hasta para lo más simple como dar un paso o comer.
Las cosas comienzan a ser mucho más grande a mí alrededor, los muebles y muros son enormes para mí. Sin embargo, veo todo lo que se oculta de bajo de ellos, hasta la más mínima pelusa.
Parezco un cachorro moviéndome en cuatro ¨ patas ¨ de un lado para otro.
Mis días comienzan a centrarse solo en comer y descansar. Todo el día siento sueño. Excepto por las noches cuando me da ganas de llorar y no dejo dormir a mamá ni a nadie de la casa. Hacen todo tipo de muecas para calmarme.
Miro todo asombrada y con curiosidad, nuevos rostros y personas que no conocía. De a poco logro asociar las voces con los rostros.
Al despertar, me encuentro en un lugar cálido que me hace sentir protegida, y en el cual puedo sentir de cerca el latido del corazón de mamá.
Ahora ella y yo somos sólo una y sé que me está esperando ansiosa…

Macarena Pedernera

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