miércoles, 24 de octubre de 2012

Mi viaje a la semilla




Hoy en día me encuentro cursando el último año de secundaria, en el Instituto de Lourdes.

Cada vez que  despierto para empezar un nuevo día, siento que los conocimientos que tengo adquiridos los voy perdiendo; y a medida que se van de mi mente, aparecen al mismo tiempo recuerdos ya vividos.

Hace poco cumplí un año de novia. Pero en mi mente tengo sólo los recuerdos del día en que conocí a mi pareja. Hasta que seguramente un día despierte y no me acuerde más de él.

Poco a poco comienzo a hacer las cosas que antes hacía, como por ejemplo, no hacerles caso a mis papás, ser extremadamente caprichosa y enojarme por todo.

Después de esa etapa sigo retrocediendo en el tiempo, vivo todo el día atrás de mis papás. Voy a las casas de mis familiares y me encanta que me traten como a una nena.

Ya no sé el significado de algunas palabras. Olvidé como leer y escribir. Pero no me importa, sólo me quedo sentada en el piso jugando con mis muñecas a peinarlas y vestirlas.

Ya mi mamá no me hace de comer, me alimento de ella y paso horas y horas durmiendo. Cuando despierto, me río con las caras chistosas y los ruidos que hace mi papá con la boca.

Un día, desperté y me sentí muy feliz, porque estaba en el lugar del cual nunca quise irme, la panza de mi mamá.  Allí estaba completamente segura y en paz. Nada me molestaba, nada me dolía. Pasaba mi tiempo pateando la pancita, así sentía las caricias de las personas de afuera que querían sentirme.

Día a día, me fui volviendo más y más chiquitita; ya no me movía, me quedaba quietita en un lugar. Hasta que llegué a ser como un puntito en la panza de mamá, sin darme cuenta me dormí y no volví a despertar…
DIEZ ESTEVES Gisela 

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